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La Pasión de Deadpool

    Deadpool está de vuelta en los cines, pero sin un videojuego que lo acompañe. Fiel a su carácter, el mercenario tuvo un único título como protagonista absoluto, tan inusual como el propio personaje y con un recorrido que habría de estar ligado al de sus películas.

 

La copia que se volvió única

 

    ¿Quién no querría ser Rob Liefeld? Al menos eso es lo que él mismo piensa, camino de los 60 años y todavía portándose como el niñato que siempre fue. Años, ¡décadas! de críticas por sus pésimas dotes para la anatomía y la composición o su nulidad como guionista, y no le han hecho mella: sigue dibujando igual, escribiendo igual y hablando igual. Eso incluye echar mierda a Fabian Nicieza, el guionista junto con quien creó a Deadpool, al asegurar esto: “yo era el Rey Midas de los cómics y a él le tocó la lotería conmigo. Fabian escribió el personaje, pero da igual que lo hubiese hecho él o un conserje. El trabajo duro fue cosa mía”. Dura su jeta, pues todo lo acertado del diseño del personaje se basaba en robar a otros caracteres, ya fuese la máscara de Spider-Man o el estilo de Deathstroke. Nicieza, que se dio cuenta, tuvo la suficiente cintura como para seguir con la broma y llamar a Deadpool Wade Wilson, calcado al nombre de Slade Wilson del villano de DC Comics.

    A Liefeld le vino Dios a ver con el estreno de la primera película de Deadpool. No perdió un segundo en hacer una gira por cualquier programa o podcast que le quisiera escuchar, con una misión clara: reescribir la historia para arrogarse como único creador del personaje. Sabe que miente, como también lo saben los millones de lectores de DP. Además de las miniseries iniciales de Nicieza y Mark Waid, Deadpool se definió gracias a Joe Kelly, para luego afianzar su historia con Gerry Duggan, Daniel Way, Brian Poshen y Cullen Bunn. Fueron ellos quienes hicieron un hito de Wade Wilson, que se estrenó como villano en X-Force para luego evolucionar a antihéroe tragicómico, que vendió su alma por curar el cáncer con un factor curativo robado a Lobezno, y que por ello quedó desfigurado y trastornado. El mercenario que mata con la precisión de un cirujano, pero al mismo tiempo sueña con ser vengador o pilotar el avión de los X-Men. El mártir que nunca será feliz y vive enamorado de la Muerte. El bocazas que sabe que está en un cómic y que rompe la cuarta pared en cada momento. Deadpool, el icono.

 

 

    Era cuestión de tiempo que Deadpool saltase a otros medios y dio sus primeros pasos mucho antes de llegar al cine, por medio de cameos en series de animación y, en lo que ha sido su vertiente más productiva, siendo personaje jugable en diversos videojuegos de Marvel. Pero Wade pedía y necesitaba más, y tuvo la suerte de ganar proyección en plena época de los 2000, cuando los juegos de superhéroes se prodigaban y las compañías podían permitirse correr riesgos. Activision, por entonces dueña de un jugoso contrato con Marvel para explotar sus licencias, venía de encadenar varios superventas con Spider-Man y también había dado cancha a los mutantes, culminando con el excelente X-Men Origins: Wolverine (2009). Por entonces High Moon estudios tenía en su haber un juego notable pero de nicho como fuera Darkwatch (2005), un shooter sobrenatural ambientado en el oeste; así como el injustamente olvidado juego sobre La Conspiración de Bourne (2008). Pero fue el crédito conseguido con dos títulos de Transformers lo que valió al estudio el puesto como los encargados del Proyecto Deadpool.

 

Obras son amores

 

    Como no podía ser de otro modo Deadpool trata sobre el propio videojuego, donde un entusiasta Wade quiere protagonizar su primera aventura en consolas y que comienza con un encargo de asesinato que oculta un plan de Míster Siniestro. Esta descripción tan vaga no es casual sino que forma parte de la metanarrativa del juego. Los planes de Siniestro son mucho más elaborados y así nos los detalla Cable, pero Deadpool prefiere pegarse un tiro antes que escuchar diez minutos de exposición, y por eso desconocemos las verdaderas intenciones del villano. Porque aquí estrella hay solo una, por encima incluso de una historia coherente. Muchas de las cosas que vemos pueden ser fruto de la mente trastornada de Wade, quien a menudo confunde realidad y deseo sin dejar clara la distinción al jugador que tiene un asiento de primera fila en su cabeza. Tan pronto está haciendo tortitas como le vemos perseguir a una mujer de grandes pechos, creer que Cable es un taco parlante, navegar en góndola mientras Muerte le canta, vivir una fiesta de piscina o hacer chistes en un urinario. Es Deadpool en estado puro.

 

 

    En High Moon hicieron los deberes con ayuda del guionista de cómics Daniel Way y convirtieron el juego en un tratado sobre el personaje. Desde el diálogo interno con sus dos voces, la constante ruptura de la cuarta pared, las chimichangas, las referencias a la cultura popular y hasta la arruguita de la capucha: todo está plasmado con fidelidad, y tan sólo cabe echar de menos cameos de Blind Al o Comadreja. Habrían dado más juego que las apariciones de Mariposa Mental y Domino, que no dicen ni dos palabras… No falta tampoco el humor procaz y de sal gorda, con chistes por los que matarían Pajares y Esteso pero que aparte de ser muy buenos se salvan por un hecho diferencial: esto no es Duke Nukem Forever con la historia de un machote caduco, sino que está protagonizado por un personaje que insiste en reírse de sí mismo y que encadena desgracias como quien colecciona cromos. Además de ser pansexual e incluir a Lobezno en sus fantasías, por cierto.

 

 

    Un juego de Deadpool pide acción en la línea de Devil May Cry V o Bayonetta, con una cámara lo bastante cercana pero que haga zooms a lo Valerio Lazarov cuando se realicen finishers y ataques especiales. Sin llegar al nivel de Spider-Man o Daredevil, Wade es un acróbata pero sobre todo un exhibicionista que gusta de realizar movimientos flipados, algo que las películas reflejan perfectamente pero que aquí no acaba de cuajar. Da la impresión de que el director de jugabilidad no compartía el entusiasmo de sus compañeros o bien no recibió toda la documentación del personaje, porque el Deadpool del juego combate de forma plana. Sí, se nos premia con puntos en función de nuestros combos, pero son bastante básicos y apenas varían según usamos katanas, los sais o los martillos. DP siempre se mueve de manera pausada, e incluso cuando realiza las acciones más veloces da la impresión de que los programadores se han limitado a acelerar las animaciones en lugar de crearlas ad hoc. Tampoco ayuda que la cámara esté demasiado alejada y por tanto poco presta al espectáculo, sin ni siquiera acercarse cuando Deadpool efectúa un remate sobre los enemigos noqueados. Al menos los tiroteos cumplen y se puede hacer algo de gun kata durante los combos normales, contando además con un arsenal de pistolas, uzis, escopetas y armas de plasma, junto con las siempre divertidas granadas (explosivas y aturdidoras), minas y cepos para osos.

 

 

    Deadpool siempre está a punto de hacerse repetitivo en lo jugable, un abismo que logra salvar gracias a las habilidades desbloqueables a cambio de Puntos Deadpool y que motivan a ser completista para adquirir las técnicas más caras. También salva los muebles la variedad de situaciones: un minijuego musical, una galería de tiro, un par de pinceladas RPG y hasta niveles en 2D mantienen siempre fresco el juego y sirven como funda de bonito bordado que tapa los desconchones jugables. A pesar de que fondo y forma no terminan de casar en Deadpool, la magia surge cuando  la personalidad del protagonista moldea el desarrollo. Nunca está callado más de cinco segundos y tiene frases lapidarias para todos, incluyendo el jugador al recriminar nuestra mala puntería o si pmalgastamos una granada.  Y esa es la gran fortaleza y a la vez flaqueza del juego: se trabaja tanto la fidelidad al personaje que descuida la jugabilidad hasta convertirla casi en trámite en los momentos de acción, cuando en realidad Deadpool merece un gameplay tan pasado de rosca como la historia. Es la misma sensación agridulce que transmite la parcela técnica. Mientras que HM saca partido a Unreal Engine 3 y crea un apartado visual que en pleno 2024 aguanta muy bien el tipo, la música de Julian Soule no puede ser más ‘soul-less’ (jeje), limitándose a un dinamismo impostado en los combates. De nuevo tiene que ser la propia narrativa la que acuda al rescate en esa parcela, como cuando suena el tema principal de Deadpool con sonido funky setentero o la serenata que Muerte dedica a Wade.

    El mérito de crear el mejor Deadpool debe repartirse por igual entre el estudio y la persona que da vida al protagonista. Nolan North, el Nathan Drake de Uncharted y que ya había puesto voz a DP en Spider-Man Shattered Dimensions,  se convertiría en su actor habitual en futuros juegos hasta los más recientes Marvel Ultimate Alliance 3 (2019) y Marvel’s Midnight Suns (2022). Y aquí firma su mejor trabajo, se nota que se lo está pasando pipa con todas las bromas, imitaciones y diálogos consigo mismo, cambiando de registro al interpretar a Wade y a las dos voces de su cabeza, ¡e incluso a sí mismo cuando DP le llama por teléfono para perfilar el guion! North muestra su gama de registros que incluyen dotes dramáticas para los escasos segundos en los que Wade se pone serio, como al mencionar las víctimas del genocidio en Genosha; pero sobre todo consigue una simbiosis con el personaje sólo comparable con la alcanzada por Ryan Reynolds en la gran pantalla.

 

 

    Nos queda por tanto una jugabilidad poco ambiciosa, un actor de doblaje entregado al 200%, un desarrollo que al margen de la acción nunca cesa de sorprender y una caracterización perfecta. El balance de lo bueno pesa más y consigue crear algo imperfecto pero estupendo, como el propio Wade Wilson, en un juego que trasciende el fan service para incluir la sátira pero que, de manera subrepticia, nos muestra la esencia del personaje. A pesar de todas sus tonterías o precisamente por ello, Wade consigue transmitir la misma humanidad que en los cómics, la de alguien que no quiere estar solo y busca afecto en todas sus formas, sea el roce físico, encontrando compañeros de aventuras, el abrazo de la Muerte o incluso el de los propios jugadores a los que apela con “el mejor videojuego de la puta historia”. Como obra es exagerada y también consciente de ello,  ya que al igual que en las historietas Deadpool persigue el objetivo de complacer. Del mismo modo que hay y habrá juegos paródicos y que los grandes representantes del hack & slash son superiores a Deadpool en lo jugable, ningún otro título consigue conjugar esos elementos como aquí ponerlos al servicio de un personaje como este. Deadpool es el protagonista de la adaptación más fidedigna jamás creada y de la obra más divertidamente disruptiva del género.

 

Sobrecostes y desconfianzas

 

A pesar de estar a la altura del personaje, Deadpool no tuvo la acogida merecida y vendió tres escobas. Por muy voluntariosos que seamos los fans de los comics, cuando se lanzó el juego faltaban tres años para el estreno de la primera película y con ello el personaje no era conocido de forma mayoritaria por el gran público. El tiempo, que quita y da razones, terminaría por dar al juego reconocimiento, algo que también podría haberse producido en el momento de su estreno de no ser por su ridícula ventana de lanzamiento: se lanzó el 25 de junio de 2013 y sólo estuvo seis meses a la venta. Y la culpa fue 100% de Activision.

    Ni siquiera un GaaS que sea un fracaso o un indie ignoto tienen una disponibilidad tan corta, una cifra de meses ridícula como para que cualquier juego gane un mínimo de tracción y con ello genere unas ventas aceptables. El motivo volvía a radicar en las licencias, ese yugo comercial por el cual juegos completos desaparecen de la noche a la mañana o quedan inutilizados, eterna piedra en el camino en la que tropiezan (y seguirán tropezando) los detractores del formato físico. En el caso concreto de Activision sus contratos con Marvel expiraban el 1 de enero de 2014,  lo que obligó no sólo la retirada de Deadpool sino de todos sus títulos basados en superhéroes, incluyendo el citado X-Men Origins: Wolverine o los Spider-Man de Beenox. De algún modo la compañía consiguió una prórroga en 2015 y en noviembre de ese mismo año llegó la versión remasterizada de Deadpool para PS4 y Xbox One, con vistas a capitalizar la película que habría de estrenarse en febrero de 2016. Esta vez Activision se rascó un poquito el bolsillo y el juego estuvo a la venta dos años, hasta que se agotó el plazo y en noviembre de 2017 desapareció para siempre, uniéndose al grupo de desterrados que forman Marvel’s Avengers, los Guardianes de la Galaxia de Telltale, Marvel Vs Capcom: Origins y otros tantos títulos que ya no se pueden comprar de manera oficial.

 

 

    Las consecuencias para High Moon Studios fueron las habituales: el despido de gran parte de su plantilla, con el agravio de que los empleados sabían que iban a acabar en la calle antes incluso de haber completado Deadpool. Algo idóneo para motivar a las trabajadores y muy en la línea de Activision. La compañía concedió al estudio la gracia de no cerrarlo, pero a cambio han terminado remando en las galeras de Call of Duty como meros machacas, sin que hayan vuelto a lanzar un juego propio desde la remasterización de Deadpool. Es evidente que Activision nunca creyó en este título, da la impresión de que un ejecutivo dijo “oye, que teníamos este lanzamiento en barbecho” y lo sacaron a deshoras, a sabiendas de que tendría que ser retirado a los pocos meses sin darle tiempo a recuperar la inversión… Que por cierto, fue enorme. Los despidos en High Moon tuvieron cierta razón de ser en el descontrol provocado por Deadpool, un desarrollo que se les fue de las manos hasta alcanzar los 100 millones de dólares, unos 140 ajustados a la inflación actual y más de lo que costaron Mass Effect: Andromeda o el primer Call of Duty: Black Ops. Por muy altos que sean los honorarios de Nolan North o lo elevada que fuese la partida para marketing, no se explica cómo High Moon hizo ese dispendio, que incluso rompe la cuarta pared en el propio juego: cada vez que Deadpool provoca el caos y la destrucción consigue hacer llorar a Peter Della Penna, el responsable del estudio que se lleva las manos a la cabeza por lo costoso que iba a ser el juego. Tenía razón.

 

La validación del séptimo arte

    Estaba claro que la cosa se había salido de madre en High Moon cuando el presupuesto del juego fue casi el doble del que tuvo la primera película de Deadpool, aunque este demérito tiene una explicación más relacionada con la cicatera Fox. Para entenderlo hay que viajar al principio de la década de los 2000, cuando el actor Ryan Reynolds no era aún aficionado a los cómics ni mucho menos la enciclopedia andante que es hoy día. Un productor le dijo a Reynolds que Deadpool estaba hecho a su medida, y cuando entró en contacto con sus historias quedó fascinado: Wade Wilson era un bocazas con su misma fijación por la cultura popular y un gusto por el humor deprecativo como el suyo; de hecho ya había trazas involuntarias de Deadpool en Hannibal King, el cazavampiros que Ryan interpretó en la funesta Blade: Trinity. Reynolds empezó a mover el proyecto de adaptar al mercenario en esa misma productora, New World, sin embargo los derechos mutantes eran cosa de Fox, con quienes empezaron unas negociaciones que habrían de ser preludio del calvario de Wade Wilson.

    A raíz del taquillazo de las películas de X-Men en Fox querían darle su propio spin-off al personaje estrella, Lobezno, un proyecto que cayó en el Síndrome del Cameo tan habitual en estos casos: como los productores no confían en que el núcleo duro del protagonista sostenga la película, la riegan con personajes secundarios para atraer a los fans. De entre los insulsos mutantes que acompañan a Logan en esta aventura sobresale Wade Wilson, que tal y como buscaba Reynolds tuvo su candidatura. Pero hay que tener cuidado con lo que se desea. Jeff Katz, uno de los productores en Fox, le prometió que más adelante le darían una película de Deadpool ‘a  la altura del personaje’, unas palabras que escamaron al actor canadiense,  quien al insistir vio cómo se acabaron las sonrisas y buenas palabras: o aceptaba hacer ese cameo, o jamás tendría su propia peli. Reynolds se tragó el sapo y pronto comprobó que sus sospechas estaban en lo cierto, en parte debido a que X-Men Origins se rodó en plena huelga de guionistas de 2007-08, por lo que él mismo tuvo que escribir los diálogos de Wilson. Fue la única libertad que se le concedió. Sin un guion coherente y con los escritores ausentes todo derivó en la peor de las soluciones, las ‘notas con sugerencias’ de los ejecutivos que no eran sino órdenes directas, y que obligaron a convertir a Deadpool en una suerte de Terminator con numerosos poderes y la boca cosida. Un jefe final de videojuego en el sentido más literal, ya que el villano Stryker lo controla con unos joysticks. UGH.

    Como era de esperar Lobezno fue un desastre, pero al menos su taquilla inicial fue lo bastante buena como para que Fox diese luz verde a la película de Deadpool, de modo que Reynolds empezó a trabajar en el guion con Rhett Reese y Paul Wernick, dos autores que como él entendían a la perfección al personaje. Esa sintonía no se daba entre los productores de Fox, cuyo ‘sí’ a Ryan había sido una forma de quitárselo de encima ya que en realidad rechazaban la idea una película de superhéroes sobre Masacre, con todo el nivel de violencia y carga sexual de los cómics. Con la excusa del batacazo comercial de Green Lantern en 2011, la productora encadenó una negativa tras otra: no les gustaba el guion, no querían que fuese una película para mayores, no querían darle el protagonismo a Wilson y, como mucho, se plantearían darle otro cameo en un proyecto futuro. La negación fue extensiva al metraje de prueba que produjo Tim Miller, el futuro director, con un par de miles de dólares y su propia compañía de animación CGI.

 

 

    Esas imágenes iban a ser la secuencia de apertura de Deadpool, con él hablando a cámara poco antes de masacrar a unos mafiosos en la autopista, y fueron publicadas en Internet en julio de 2014. No se sabe si el autor de la filtración fue Ryan, Miller o incluso alguien de la propia productora, pero como era de esperar la respuesta mundial fue de puro entusiasmo y obligó a Fox a agachar el morro para ordenar que la película saliese adelante, con una fecha de estreno prevista para febrero de 2016. Eso sí, siguieron marcando sus términos: Deadpool tendría un irrisorio presupuesto de 58 millones de dólares, cifra que obligó a Reynolds a ajustarse el cinturón y renunciar a su ya de por sí escueto salario para que Reese y Wernick estuviesen presentes en el rodaje, con el fin de pulir al máximo el guion y los diálogos. El actor también se echó a hombros el marketing de la película, que al carecer de una suma significativa consistió en gran medida en sus visitas a programas de medio mundo y en grabar vídeos virales disfrazado con el traje del personaje.

 

Días del futuro pasado

 

    Y el mercenario cobró vida. La película de Deadpool era todo lo que se podía esperar del personaje y más, manteniendo intacta su esencia al tiempo que demostraba su versatilidad en la gran pantalla, el medio perfecto para romper la cuarta pared, del mismo modo que personaje y actor resultaron estar hechos el uno para el otro en una perfecta unión. La fe de Reynolds en el proyecto y su honesta fidelidad hicieron que la peli que se recaudasen cerca de 800 millones de dólares, 14 veces más de lo que costó la película y garantía suficiente para aprobar su secuela. Deadpool 2 (2018) subió el listón de financiación un poquito, con Fox accediendo a abonar el doble de presupuesto en una apuesta que se saldó con el mismo éxito que su predecesora. Parecía que nada ni nadie iba a parar a Wade Wilson y pronto se pusieron en marcha una Deadpool 3 y la ansiada película de X-Force, hasta que Disney vino para opinar lo contrario. La compañía adquirió Fox en 2019 y todos los planes de adaptaciones mutantes se frenaron en seco, con vistas a encajarlos más adelante en el complejo organigrama de fases del MCU.  En un principio Reynolds fue pragmático con los retrasos porque estaba reventado, venía de darse una auténtica paliza por haber levantado Deadpool y rodar la secuela casi sin solución de continuidad; sin embargo tardó pocos meses en cansarse de descansar y decidió llevar la cuestión candente a la sede de Marvel: ¿qué pasaba con Deadpool 3? Kevin Feige, que siempre mira a futuro aunque se pilla los dedos a menudo, no tenía del todo claro qué hacer con los mutantes y planteaba que llegasen al MCU tras la Fase 6: es decir, al término de la década de los 2020 o al principio de la siguiente. Demasiado tiempo para un Ryan Reynolds que no se hace más joven, y que con su insistencia logró hacerse un hueco en la actual Fase 5. Y por fin en septiembre de 2022 Ryan dio la campanada: Deadpool regresaba en 2024 y además lo hacía acompañado por Lobezno, con un Hugh Jackman que ha dicho eso de “a la vejez viruelas” para machacarse una vez más en el gimnasio a sus 53 años (en el momento del anuncio), sin duda motivado por los 20 millones que va a embolsarse.

    Todos deseamos que Deadpool & Lobezno sea un peliculón, después de un periodo de sequía en los cines y una serie de descalabros de Marvel, cuyo actual modelo de pantalla verde, cortaypega y cinematografía inerte resulta agotador. Está claro que al menos será un taquillazo, pero como ya hemos visto eso no garantiza la continuidad de Wade Wilson en la gran pantalla más allá de su posible cameo en Secret Wars. Más evidente si cabe es que Deadpool nunca volverá a tener un juego para él solo y su carrera en el medio quedará limitada a ser personaje invitado. Y con todo, es algo que va en la línea de su trayectoria. Quienes hayáis leído sus cómics sabréis que bajo esa fachada de locura y bromas se oculta alguien a quien la vida nunca le da un respiro y que encadena una desgracia tras otra. A su manera y con inevitable torpeza, Wade siempre busca apoyo, afecto o amistad pero suele terminar irremediablemente solo. Y eso es algo que también rompe la cuarta pared para trasladarse a su carrera en otros medios, con un juego que aunque no gozará de compañía, siempre será tan fantástico como su protagonista.

 

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