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La resaca del no-E3

    De veras que lo intento, eh, de verdad que trato de no ser el Scrooge molesto por las luces de las consolas si éstas fueran adornos de Navidad. Pero como al pobre Ebezener a mí también se me han aparecido tres espectros, junto con un fantasmón que quiere ser el perejil de todas las salsas y que deja un regusto pocho allá por donde pasa. Vivimos tiempos convulsos en este bendito sector, con unos vaivenes que podrían aportar emoción al devenir de las cosas, cuando en realidad suponen decepciones que me hacen quitarme las gafas de ‘analisto’ para masajearme el entrecejo mientras suspiro con hartazgo. La broza de las noticias nos deja mucha paja, de las mentales y de relleno, entre la cual aparece de vez en cuando una aguja dorada que nos anima a seguir con este Rasca y Gana.

 

Salida ventajosa

 

    Si Sony se llevó el gato al agua no fue tanto por sus exclusivos como por lo oportuno de sus anuncios, con tres sorpresas que tendrían el mismo impacto de haberse producido en el Summer Game Fest o en el evento de Xbox. Pero el caso es que Sony fue la primera en besar el santo, abriendo fuego con el remake de Resident Evil 4, un rumor hecho carne digital. Esta grata confirmación tiene dos sólidas patas:  tratarse de uno de los títulos más preciados de la saga, y el buen hacer de Capcom con sus remakes, extensible a los juegos basados en el prodigioso RE Engine. Para ser imparciales cabría fijarse en la letra pequeña, como el hecho de que la siguiente entrega después de Village sea también un Resident en entorno rural; y esto sugiere que se hayan reciclado muchos de los assets creados para el octavo capítulo. ¡Si hasta aparece una bruja similar a la de aquel juego! Vamos a poder comprobar las semejanzas entre ambos títulos sin solución de continuidad, ya que en otoño llegará el DLC de Village, mientras que Resident Evil 4 estará listo pocos meses después, en marzo de 2023. Por su parte, Street Fighter 6 promete quitar el mal sabor de boca que dejó su predecesor, aunque cabe preguntarse si el modo de exploración o los vistosos gráficos vendrán acompañados por una política sacacuartos como la de SF V.

    Square Enix insiste en darnos una de cal y otra de arena. Si con una mano se desprende de Tomb Raider o Deus Ex como si fuesen licencias basura, con la otra atiza las llamas de Final Fantasy para ampliar la franquicia en varias direcciones. Desde que lo anunciasen en 2020 el estudio se ha puesto las pilas con Final Fantasy XVI, exclusivo de PS5 y que tiene que llegar en verano de 2023. Es una fecha inamovible, ya que el invierno lo va a ocupar otro título de la saga: Rebirth, la segunda parte del remake de Final Fantasy VII, cuyo cierre vendrá con una tercera entrega… vete tú a saber cuándo. A pesar de un tráiler lamentable, Rebirth sugiere que los chicos de Nomura abrazarán el rumbo divergente que introdujo Remake, llevando la historia por un camino distinto y estimulante. Del citado tráiler se salva la aparición del bueno de Zack Fair, quien apunta a un papel de peso en Rebirth, y que a finales de año tendrá su momento de gloria con Crisis Core: Final Fantasy VII Reunion. Entre las consolas que recibirán este remáster está Switch, y eso explica que el título sea un poco deslucido, sobre todo comparado con Remake. Pero oye, a caballo regalado…

En apenas media hora, el State of Play concentró de todo y para todos; incluso para los que pertenecemos al ‘Club de fans del terror en el espacio con engendros viscosos que pueden someterte a una muerte hipergore’. Todo el dinero que ha ganado Krafton con PUBG se ha destinado a una buena causa: la del sucesor espiritual de Dead Space a manos del creador de la saga, Glen Schofield. Suponiendo que lo mostrado hasta el momento no sufra recortes por el peaje de ser cross-gen, The Callisto Protocol se perfila no sólo como el título más brutal de este año, sino un referente técnico en la nueva generación. Su lanzamiento en diciembre está casi pegado a la llegada, en enero, del remake de Dead Space, y las comparaciones son odiosas, pues a pesar del trabajazo que se está marcando Motive Studio, lo tienen muy difícil para pelear en la misma liga que el juego de Schofield.

 

¿Me habré quedado anticuado?

 

    ¿Es posible que Xbox tenga una audiencia distinta a la de eventos como el State of Play? Sería una explicación razonable ante el tedio de la presentación de los de Redmond, y estaría dispuesto a aceptarla de no ser por las flagrantes actitudes que han rodeado a este acto. Compañeros de otros medios han regado el Showcase de elogios desmedidos, que van desde definirlo como la mejor conferencia del No-E3 hasta la consideración de que ha sido «algo histórico». ¡Histórico! Surge la duda de si están presos del qué dirán, y optan por cubrirse las espaldas antes que despertar las iras de los talibanes de Xbox, aquellos que defienden Flight Simulator como un vendeconsolas, o que morirán luchando en esa colina de desolación que es Halo Infinite. La pesca de arrastre del Showcase dejó juegos buenos, regulares y mediocres, pero ningún impacto de gran alcance, salvo dos excepciones: los caballos de potencia gráfica que traerá el nuevo Forza Motorsport y el prometedor Starfield. Lo nuevo de Bethesda apunta a despiporre similar al de Fallout 4, con una escala galáctica y un despliegue técnico de altos vuelos, a pesar de repetir con el renqueante Creation Engine. Starfield es la gran esperanza blanca de SX/S, y como tal ocupó todo el desenlace del Showcase, donde volvimos a disfrutar de Todd Howard y su chupa marrón, al más puro estilo de Felipe González cada vez que daba un mitin y fingía ser clase obrera.

Lo irritante del asunto es que Microsoft sí que tiene varios pepinacos en la recámara, que de haber sido mostrados en su evento supondrían un balance mucho más positivo, incluso superior al del State of Play de Sony. Seguimos sin noticias de Indiana Jones, Everwild, Avowed, Outer Worlds 2, Contraband, Perfect Dark o State of Decay 3, muchos de ellos anunciados hace ya dos años; sin olvidar Hellblade 2, que tan buen sabor de boca dejó con su último gameplay, y que sigue sin anunciar fecha de llegada. La excusa residió en que el Showcase se centraba en juegos con lanzamiento confirmado de aquí a 12 meses. Fue una maniobra loable ofrecer al jugador títulos de salida segura a lo largo de un año, a pesar de las dudas que podamos tener en torno al estreno de juegos importantes, como Starfield. Pero si sumamos este plazo a las ausencias de los nombres antes citados, las matemáticas traen malas noticias: ninguno de esos grandes títulos estará listo antes del verano de 2023, y sería ingenuo creer que vayan a llegar en lo restante del próximo año. Se suma así otro añito más sin que Xbox reciba esos exclusivos de peso; pero resulta más grave ver cómo sus mayores promesas siguen siendo humo. En el mejor de los casos, entre 2023 y 2024 tendrá lugar un aluvión de AAAs propios que daría a Microsoft una posición ventajosa; pero en el escenario más pesimista, muchos de los juegos mencionados empezarán a caerse del calendario, pasando de ser estrellas a estrellados… Y quizás cancelados. Se percibe que el enjambre creado por Microsoft y su compra masiva de estudios está formado, en gran parte, por zánganos que se dedican a la buena vida, al tener cubierta la renta por medio de la abeja reina. ¿Quién puede dudar que, de ser todavía third parties, gran parte de estos equipos se habrían dado vidilla y ya tendrían listos sus juegos? No es de recibo que llevemos años sin tener noticias de estudios como Machinegames, que lo nuevo de Arkane parezca un shooter free-to-play del montón, o que un multiplataformas de Tecmo estuviese entre lo más destacado del Showcase (y que además fue engañosamente presentado por Phil Spencer). Sin duda Game Pass es una maravilla y claramente superior al nuevo PS Plus de Sony, pero está lejos de justificar la compra de una Series X, que tantos usuarios adquirieron por las promesas de una serie de exclusivos desaparecidos en combate.

 

«The Candy Man can»

 

    Geoff Keighley odia los videojuegos. Siente un profundo desprecio por ellos, palpable entre las líneas de sus escasas declaraciones de tono más personal o no promocionales, con una único punto ciego en esa aversión: su visión utilitaria de este entretenimiento. Para él los juegos son el medio de alcanzar un fin tanto pecuniario como laudatorio, dos grifos siempre abiertos que han de proporcionarle billetes y halagos. Recuerda a los peristas de las películas, esos vendedores de cambalache que abren su abrigo como un exhibicionista, para mostrarte todo tipo de mercancías inútiles. ¿Quieres un indie curiosón? No te preocupes, ¿prefieres un juego espacial? Antes de que digas nada, también tengo hero shooters, DLCs, streaming, recopilatorios, JRPGs, ¡lo que quieras! Llévate dos por el precio de uno, paga ahora y juega después. Para Keighley la cantidad es siempre sinónimo de calidad, con la servidumbre de meter algún estreno importante en sus eventos, siendo ahora el caso del remake de The Last of Us. Y qué delicioso bochorno ver a los mayores egos del sector compartiendo escenario, ambos con cara de cabreo después de que, desde la propia PlayStation, se filtrase el tráiler que iba a ser el gran colofón del Summer Game Fest. Ese bendito leaker mató dos pájaros de un tiro, reventando la sorpresa de Geoff y a la vez contrariando a Neil Druckmann, pues acababa de chafarle la revelación de un proyecto creado a mayor gloria de su persona. Naughty Dog permanece embarrada en The Last of Us con un multijugador que nadie pidió, así como un remake creado por imposición del desarrollador israelí, ávido por un monumento a su egolatría. Emparejar a  Druckmann con Keighley demuestra el único tipo de amistades que concibe este presentador mercachifle, alguien que ha logrado un difícil consenso en nuestro medio: nadie le soporta, salvo aquellas figuras a las que se ha ganado con elogios, y que le siguen dando su favor porque el bueno de Melty Eyes riega con la atención mediática que tanto les agrada.

 

Esperanza en el solaz

 

    Si tenéis tantos años como yo, recordaréis aquellas latas de Coca-Cola que llevaban gafas de sol y bailaban al son de la música. Nuestro cerebro es algo parecido, siempre en movimiento para reformular todo lo que vivimos, y con una visión sesgada cuando recurrimos a la nostalgia. Es un proceso mental de lo más básico: al recordar con afecto una época, nuestra cabecita descarta aquello que ensombrecía aquel periodo, para centrarnos en lo bueno y así generar las siempre bienvenidas endorfinas. Es fácil caer en esta complacencia al mirar el pasado inmediato de las consolas, un periodo idealizado en el que todo era más sencillo, los juegos nos llegaban completos (o completamente rotos) y no existían las prácticas dudosas de hoy día. Es cierto, como también lo es que en décadas previas había tanta morralla como ahora, menos variedad de títulos, géneros y escala en los juegos, y una opacidad informativa que la globalización moderna ha socavado. El balance es tan positivo o negativo como uno quiera, y en ambos casos hay ventajas. Sigue siendo posible ilusionarse por nuevos juegos, futuras consolas y distintos proyectos, todo ello a pesar del ruido y la furia que ocupan los altavoces mediáticos. Si el desencanto hace que sientas que esto ya no es para ti, siempre está la tentadora opción de dedicarte a tu backlog y a aquellos títulos que, por conocidos, siempre ofrecerán la satisfacción y seguridad que buscas. Incluso ese nihilismo supone una oportunidad de negocio, explotada con acierto por una serie de obras independientes, lanzamientos de estética retro, remásters y remakes que apelan precisamente a ti, querido pureta, dándote lo que buscas aunque ni siquiera lo hayas pedido. Homenajes a los clásicos como el reciente TMNT Shredder’s Revenge, de estética 2D; el remáster de Crisis Core y y luego Rebirth; o incluso Modern Warfare 2, del cual espero tenga una campaña a la altura del magnífico remake de 2018. Quien busca, halla, ya que aunque pueda parecer a veces que la industria te ha dado de lado, en realidad te sujeta con mano firme para que sigas disfrutando, a poco que pongas de tu parte.

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